domingo, 12 de octubre de 2008

Volver a empezar

Primer día de piscina ayer, en un desesperado intento por compaginar un mínimo de actividad que evite el anquilosamiento durante las semanas que todavía me quedan de reposo forzado y el respeto escrupuloso a los tiempos de recuperación de mis maltrechos tobillos.

Pocas veces me he sentido más perdido en mi vida. En apenas diez largos a la piscina terminé tan fatigado como después de las series de 2K que me metía en las pistas de atletismo de la uni y con los brazos absolutamente extenuados, en una prueba más de mi total ausencia de fuerza en el tren superior. Por no hablar de mi formidable técnica natatoria, sólo comparable a la gloriosa actuación de Eric La Anguila Moussambani en las olimpiadas de Sydney.

Semanas por delante para irme adaptando a un deporte nuevo en un medio extraño y hostil. Si el Mostruo Espagueti Volador quisiera que nadásemos nos habría dotado, en su tallarinesca sabiduría, de unas prácticas aletas :P

A ver cuándo puedo volver a correr y volver a la tierra firme a la que pertenezco. Mientras tanto me tendré que conformar con este sustitutivo...

viernes, 3 de octubre de 2008

Aterrador

Durante el próximo mes y medio me aguarda un ritual diario de ejercicios de rehabilitación y masajes para intentar recuperar de una vez una lesión que arrastro desde junio y que compliqué estúpidamente al empeñarme en participar en la Subida ao Aloia cuando el sentido común me decía que no era la mejor de las ideas.

Ante semejante panorama, el párrafo que me encontré ayer en Corre, Spanjaard (uno de los mejores blogs que se escriben sobre este submundo de correr y similares) me resultó especialmente aterrador. Copio y pego vilmente:

El contacto con el suelo se dispone en tres vectores de fuerza: el vertical (peso del cuerpo), el avance y la resistencia en el impacto. La suma de las tres se debe disipar en la 1/3 parte del tiempo que se utiliza caminando. En unas dos décimas de segundo. El corredor impacta sobre el suelo entre 50 y 70 veces por minuto con cada pie, o sea, disipar hasta mil impactos en un km. Más frecuencia para corredores ligeros, de elite, que pueden pesar entre 48 y 60kg, o menos frecuencia para corredores lentos pero de hasta 100kg. En ambos casos, entre 40 y 50 toneladas de fuerza por kilómetro. El calzado pierde absorción de impacto con el uso. La dinámica de cada pisada es diferente y casi nunca perfecta. La inclinación del terreno, los peraltes, etc. Todo influye en la ruta de la absorción de impacto, según leo en un sitio especializado. Pásmense: arco medial del pie, músculos laterales de la pierna baja y membrana entre la fíbula (lateral de la rodilla), biceps femoral, tuberosidad de los isquios hacia el glúteo máximo y músculo sacroiliaco, Multifidus y porciones mediales de las lumbares. A veces obligamos a los abdominales transversales a mantener el equilibrio del cuerpo en la zancada. Las conclusiones, así, son demoledoras en favor de esa máquina que parece tan deteriorada o fofa o canija que es nuestro cuerpo, pero que finalmente funciona como un gran amortiguador para los impactos mientras corremos (por mal que corramos). Cualquier músculo rígido o acortado, o desalineamiento de articulaciones, puede interferir en la disipación es esas fuerzas y derivar en lesiones crónicas que aparecen en cuanto incrementemos la distancia corrida.

Da mucho miedito. Me temo que además de recuperarme la lesión en sí también tendré que perder el miedo a la recaída.

Y sólo quedan 204 días para MAPOMA 2009. Empiezo a pensar que no llego...