martes, 30 de octubre de 2007

Plan ocioso para el puente

Ayer Kenny comentó que en el puente podríamos ir a Aventura Amazonia, un parque de aventura que hay en Cercedilla. Se trata básicamente de andar haciendo el cabra de árbol en árbol a unas alturas comprendidas entre los 2 metros de las más bajitas y los 42 metros de las que ya dan un poco de vértigo.



Cuesta unos quince euros y parece ser que es recomendable llamar para reservar. Visto que lo del Museo del Aire queda aplazado sine die hasta que no se dé una conjunción planetaria que obre el milagro espacio-temporal de juntarnos a todos dentro de la misma provincia en un mismo fin de semana, ésta puede ser una opción interesante.

¿Se apunta alguien?

lunes, 29 de octubre de 2007

Chupipandis no, gracias

Estando como están las cosas en el claustrofóbico mundo donde me encuentro atrapado, no está de más recordar este pequeño fragmento del libro La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez, del filósofo José Antonio Marina:

Vayamos paso a paso. ¿Qué entiendo por inteligencia social, comunitaria, compartida, o como prefiera llamarla? No se trata de la inteligencia que se ocupa de las relaciones sociales, sino de la inteligencia que surge de ellas. Es, podríamos decir, una inteligencia conversacional. Cuando dos personas hablan, cada una aporta sus saberes, su capacidad, su brillantez, pero la conversación no es la suma de ambas. La interacción las aumenta o las deprime. Todos hemos experimentado que ciertas relaciones despiertan en nosotros mayor ánimo, se nos ocurren más cosas, desplegamos perspicacias insospechadas. En otras ocasiones, por el contrario, salimos del trato con los humanos deprimidos, idiotizados. La conversación ha ido resbalando hacia la mediocridad, el cotilleo, la rutina. Nos ha empequeñecido a todos. Soy el mismo en ambas ocasiones, pero una de ellas ha activado lo mejor que había en mí y otra lo peor. Ortega dijo una frase que ha tenido una fortuna demediada, porque sólo se ha hecho popular una mitad y la otra pasó desapercibida. "Yo soy yo y mi circunstancia" es la mitad exitosa. "Y si no salvo mi circunstancia, no me salvo yo", es la mitad más importante, pero olvidada.


Una gran verdad. El tiempo es demasiado escaso como para dilapidarlo soportando a gente que nada te aporta y a la que tú tampoco aportas nada.

Ociosidad, momentos disolutos, noches de juerga y demás actos licenciosos son para compartir con gente a la que de verdad aprecias. Sólo así se disfrutan como es debido.

En cualquier otro contexto pierden toda la gracia convirtiéndose en un sucedáneo que puede que convenza a alguno.

A mí, desde luego, no.

domingo, 28 de octubre de 2007

Mishima

Aprovechando que el Lérez pasa por Pontevedra y que el libro que está desde ayer en mi mesilla de noche es El marino que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima, voy a intentar esbozar un par de pinceladas sobre la teatral manera que tuvo de vivir (y de morir) de este genial escritor japonés.

A pesar de haber dejado escritas auténticas obras maestras como El rumor del oleaje (alegoría ultranacionalista y fascista de cómo sería su Japón ideal escondida tras la mejor historia de amor con la que jamás me haya cruzado en un libro) o la tetralogía El mar de la fertilidad (que podría considerarse algo así como su corpus ideológico), la fama de Mishima se debe en buena parte a su excéntrica biografía.

Hijo de un funcionario del gobierno, nació en 1925 en Tokio con el nombre de Kimitake Hiraoka. Desde pequeño mostró una serie de aficiones como jugar con las muñecas de sus primas o escribir relatos que su conservador padre desaprobaba al considerar pasatiempos afeminados. Posiblemente el hecho que más marcó a Mishima durante los primeros años de su vida fue el ser rechazado para servir en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, lo que él consideró como una ocasión perdida de dar su vida por su país y el Emperador. Una vez terminada la guerra se licenció en Derecho e inició una efímera carrera como funcionario que no tardó en abandonar.

Se pudo permitir abandonar la seguridad de una carrera en el funcionariado gracias al abrumador éxito cosechado por su primera novela Confesiones de una máscara, publicada en 1948. Se trataba de una obra con gran carga autobiográfica, en la que un joven fascinado por la violencia y la muerte descubre su homosexualidad, que intenta ocultar al mundo escondiéndose tras una máscara de normalidad. A partir de ahí inició una fecunda carrera que le llevó a estar presente varias veces en las quinielas para el Nobel de literatura aunque al final ese galardón terminó yendo a manos de su mentor, el también genial Yasunari Kawabata.

Ya en la década de los 50 Mishima decide dar un giro a su vida y cambiar a base de sesiones de pesas (que no abandonó en lo que le quedaba de vida) su enclenque cuerpo por uno más musculado que él mismo consideraba "hercúleo". Se cuenta que recibió con gran orgullo la solucitud de los editores de una enciclopedia para añadir una foto suya como ilustración de la entrada sobre el culturismo. Además, combina las palizas en el gimnasio con la práctica de artes marciales, llegando a convertirse en un habilidoso kendoka.

En 1968 forma la Sociedad del Escudo, un grupúsculo paramilitar ultraderechista, que nunca llegó a tener ni un centenar de miembros, cuya función era la de proteger a Japón y a su Emperador (a quien no perdonaba que hubiera renunciado a su divinidad tras la derrota sufrida en la Segunda Guerra Mundial) de los peligros que afrontaba la patria debido a lo que ellos consideraban una peligrosa occidentalización y un abandono de los valores tradicionales nipones.

La Sociedad del Escudo llevó a cabo su primera (y última) acción el 25 de noviembre de 1970. Mishima, acompañado por otros cuatro miembros de su grupo, se atrincheró en un cuartel de las Fuerzas de Autodefensa Japonesas. Había planeado todo con meticulosidad durante largo tiempo. El día anterior había entregado a su editor el último volumen de su tetralogía e incluso tuvo la previsión de dejar un fondo económico para costear la defensa legal de los camaradas que sobreviviesen a la acción.

Una vez se hacen fuertes en el cuartel (con el secuestro incluido de un oficial) convocan a unos ochocientos soldados bajo un balcón desde el que Mishima, ataviado con el uniforme de su sociedad que él mismo ha diseñado, lanza una arenga en la que insta al ejército a dar un golpe de estado que restaurase al Emperador al lugar que se merecía. El discurso sólo recibe burlas y abucheos, y Mishima vuelve al interior listo para cometer seppuku (tradición que años atrás había narrado con escalofriante maestría en su relato Patriotismo) auxiliado por el que según algunos era su amante aquellos días, Masakatsu Morita. La labor de Morita consistía en cortar la cabeza de Mishima para ahorrarle sufrimiento, pero los nervios le traicionaron y a pesar de propinarle varios espadazos en el cuello no fue capaz de decapitarle. Al final tuvo que ser otro miembro del comando, Hiroyasu Koga, quien lo hiciese. Una vez Mishima había muerto, Morita siguió sus pasos también ayudado por Koga.

Esta esperpéntica acción llevó al día siguiente a Mishima a la portada de los periódicos de medio mundo, dándole una proyección mediática a la que jamás hubiese llegado solamente con su obra.

Espero que esta breve semblanza despierte la curiosidad de alguno de vosotros por la obra de este escritor. Si todavía no habéis leído nada suyo os recomendaría encarecidamente la lectura de la ya citada El rumor del oleaje. Es una novelita razonablemente breve que contiene buena parte de las obsesiones de Mishima y que es una verdadera maravilla.

Si has sido capaz de llegar hasta aquí muchas gracias por haber soportado semejante ladrillo. Prometo hablar de algo más ligerito la próxima vez ;-)

sábado, 27 de octubre de 2007

Libertad

Con Jerjes de regreso a Persia tras la derrota sufrida en Salamina, el mando de las tropas persas en Grecia pasó a ser responsabilidad de su primo Mardonio. Éste decide enviar como emisario a Atenas al rey macedonio Alejandro para intentar lograr una alianza entre persas y atenienses que facilitase el dominio asiático sobre los territorios helenos.

Alejandro intenta convencer a los habitantes de Atenas de que su mejor opción es pactar con Jerjes ya que el poderío del rey parece más que humano, tanto que no hay rincón que no alcance su brazo, a lo que los atenienses responden:
En verdad que no se nos caía en olvido cuáles sean, según decíais, las fuerzas del medo, y cuánto doblemente superiores a las nuestras. Así que huelga que nos echéis en cara nuestra inferioridad. Pese a todo, prendados como estamos de la libertad, sacaremos esfuerzo de la debilidad, hasta tanto que no podamos más... La respuesta por tanto que deberéis dar a Mardonio será que le hacemos saber, nosotros los atenienses, que mientras gire el sol por donde al presente gira, nunca jamás pactaremos con Jerjes, a quien eternamente perseguiremos, confiados en la protección de los dioses y los héroes, cuyos templos y estatuas mandó él incendiar...

Prácticamente al mismo tiempo los espartanos enviaron también un mensajero, alarmados ante los rumores sobre una posible alianza entre persas y atenienses. La respuesta que recibieron fue tan contundente como la dada a Alejandro de Macedonia:
Conocéis muy bien nuestra manera de pensar: ni encierra tanto oro en todas sus minas la tierra entera, ni cuenta entre sus regiones alguna ni tan bella ni tan fértil, a trueque de cuyo tesoro y de cuya provincia quisiéramos pasarnos al medo con la infame condición de la esclavitud de la Grecia... Sabed de nuevo ahora que mientras quede vivo un solo ateniense, nadie tiene que temer que se una Atenas con Jerjes...

Lo cuenta Heródoto en su Historia, aunque a mí me ha llegado a través de Kapuściński y sus Viajes con Heródoto, libro que estoy a puntito de terminar y del que supongo que volveré a hablar por aquí.

jueves, 25 de octubre de 2007

Buenos tiempos para la lírica

Mi sensibilidad lírica amenazaba con marchitarse ante la falta de producción de mis poetas de referencia. El silencio de Mamá Ladilla dura ya dos años y no hay novedades a la vista para su proyecto paralelo Engendro.

Cuando la esperanza parecía perdida escuché en el programa de Carlos Herrera (otro gran aficionado a la música de gran carga poética) un temazo que me hizo ver la luz al final del túnel.

El tema en cuestión era Ni una sola parada, genial versión de la canción casi homónima de Paulina Rubio. El preciosismo de su mensaje y las toneladas de talento que había detrás de sus rimas trajeron alegría a mi pobre corazón que esos momentos luchaba por no sucumbir al tedio mientras atravesaba en coche los monótonos paisajes zamoranos que bordean la A-VI.

Abrí bien las orejas para quedarme con el nombre de los sobresalientes juglares que nos habían regalado semejante obra de arte. Se trataba de El Reno Renardo, afortunadísimo nombre artístico bajo el que el trío formado por Zarigüeya, Mapache y Rebeco han puesto patas arriba el panorama musical y poético de este país.

Con himnos como su canción de presentación El Reno Renardo, Cipote Ancho (la sintonía de los dibujos animados de Don Quijote nunca nos volverá a sonar igual), No Quiero Ir al Gym o Yonkis Sobre Ruedas el grupo de Aldea del Arce (Burgos) le ha dicho al mundo que no sólo han venido para quedarse, sino que además están llamados a ocupar un lugar de honor en el olimpo cultural patrio.

Y todo ello por no hablar de la canción que ha catapultado a este trío al estrellato: Camino Moria. Esos cuatro minutos y veintisiete segundos de pura ambrosía sonora son una lección de cómo convertir una canción de unos menosmola como Gabinete Caligari en un clásico instantáneo que perdurará en la memoria colectiva por los siglos de los siglos. Juzgad vosotros mismos:


Si aún no conoces al Reno ya estás tardando. Descárgate el disco ¡YA!

De nada.

Hasta siempre, Cebrián

Me jode que la primera entrada que escriba en este nuevo blog sea una necrología, pero la muerte, esa zorra desconsiderada, nos dejó un poco huérfanos a unos cuantos el pasado sábado cuando decidió arrebatarnos a Juan Antonio Cebrián con tan sólo 41 añitos.

Cebrián era el presentador de La Rosa de los Vientos, un programa mítico en las madrugadas de la radio española. Descubrí La Rosa hará unos cinco años por recomendación de un amigo e inmediatamente quedé cuativado por su inigualable capacidad para narrar hechos históricos. El programa tenía más secciones, cierto, pero lo que nos enganchó a buena parte de sus oyentes fueron esos sensacionales Pasajes de la Historia.

Sus vívidos relatos lograron convertirme en un pequeño apasionado de la historia. Un gran porcentaje de los libros que leo últimamente son ensayos, memorias y biografías de sucesos y personajes históricos. Siempre le estaré agradecido por haberme descubierto una de mis mayores aficiones.

Algunas de sus otras secciones eran también destacables, pero vivían siempre bajo la alargada sombra de los Pasajes. En La Rosa había espacio para el cine, la literatura (me hicieron caso cuando les sugerí que por favor hablasen de Yukio Mishima, lo que me ilusionó como si fuera un niño chico), los cómics, la conspiranoia e incluso la magufada. Todo ello siempre bajo un ambiente distendido y un buen humor que hacía que escuchar el programa fuese una delicia.

El domingo se emitió un homenaje que me he descargado aunque todavía no me he atrevido a escuchar. Sé que me voy a emocionar...

Se le echará de menos. La radio será mucho menos interesante a partir de ahora.

Hasta siempre, maestro.

¡Fuerza y honor!

miércoles, 24 de octubre de 2007

Enésimo retorno

He perdido ya la cuenta de las veces que he abierto un blog. Posiblemente pase ya de la media docena.

El caso es que tarde o temprano, como ahora mismo, termino volviendo.

Tengo que reconocer que llevaba ya un tiempo echando de menos el gritar a los cuatro vientos mis interesantísimas opiniones y mis más que acertadas reflexiones. Así que cuando Aza retomó hace poco su actividad bloguera me dio el pequeño empujón que necesitaba. Cosas de ser hijo único: culo veo, culo quiero :P

A ver cuánto duro esta vez...